PELI INVERNAL

Finalmente decidí entrar a ese cine abandonado. Elegí una butaca de la quinta fila que aun soportaba el peso de una persona adulta y al cerrar los ojos y entre chispas se encendió el viejo proyector. Densa humareda de celuloide invadió la sala y nadie me ofrecía pegajosos pochoclos ni gaseosas. Afuera caia aguanieve y las goteras comenzaban a activarse empujando mil gotas al suicidio. Podia sentir entre cortocircuitos el viento suave que se filtraba por todas las rajaduras y los vidrios rotos. Era un invierno, si.
Afuera invierno. Adentro invierno.
Mientras no le prestaba atencion al resto de las cosas fuera de este edificio que me retenia, un acople despertó a los dos parlantes que pendulaban del techo y mis discos favoritos comezaron a sonar en random. En cajas alfombradas, estos parlantes estaban agarrados con alambre oxidado y algun resto de cadena de igual suerte. Aunque con aspecto de desconados aun guardaban cierto aire amenazante. Y como ignorando el abandono y el polvo, lo que sonaba atraves de ellos lo hacia con un poder similar a un casette de 2 minutos a todo volumen en tu habitacion a los 14.
Sonaban graves. Sonaban agudos.
Temblaba el cine y yo atajaba estruendos con el pecho.

Los meses si desintegraron en fotogramas y los hechos se confundieron como las gotas que dudaban entre saltar o no de los techos de chapa acanalada.
Fue con esta banda de sonido que rodó ante el extraviado y unico espectador de la tarde esta PELI INVERNAL.

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